fbpx

La meseta de Giza. Últimos descubrimientos arqueológicos


 

 

 

La meseta de Giza. Últimos descubrimientos arqueológicos

Autor: Juan Adrada

El conjunto de pirámides de la meseta de Giza es la única de las siete maravillas de la antigüedad que ha llegado hasta nuestros días. Testigos elocuentes del esplendor de las épocas pasadas, las pirámides siguen guardando celosamente sus misterios después de cuatro mil quinientos años. Las mágicas convicciones de todo un pueblo les dieron vida para que su presencia sobrenatural fuera testimonio de esa eternidad que intuimos en la frontera de nuestras capacidades y nuestra comprensión.

Envueltas en la maravilla y el misterio, las pirámides de la meseta de Giza no dejarán nunca de ser fuente de inspiración para todos los que buscan respuestas a las grandes preguntas de la existencia. Es precisamente esa búsqueda incesante la que ha dado lugar a toda clase de teorías sobre el origen, la antigüedad y la utilización de estos edificios majestuosos cuyo significado se escapa a nuestra comprensión. A veces imaginativas e incluso verosímiles, en ocasiones absurdas e improbables, las más peculiares especulaciones se suceden unas a otras en un intento vano de atrapar un destello de verdad. Esa misma verdad que fue el ideal de los egipcios en todas sus realizaciones, una humana aspiración que probablemente le da a la pirámides su verdadero significado, el ser motor de superación y verticalización espiritual.

Próximamente la editorial Thames and Hudson publicará en el Reino Unido el libro The Complete Giza Pyramids, obra con la que Zahi Hawass, Director General del Consejo de las Pirámides de Giza, dará a conocer sus conclusiones tras veinte años de excavaciones arqueológicas. Hawass afirma que apenas se han encontrado un treinta por ciento de los monumentos legados por los antiguos egipcios y que en este siglo verán la luz grandes descubrimientos sepultados tal vez bajo una carretera o un edificio. Tesoros que la casualidad, el destino o simplemente la voluntad del desierto nos permitirá encontrar. Escrita en colaboración con el arqueólogo norteamericano Mark Lehner, profesor del Instituto Oriental de la Universidad de Chicago y estrecho colaborador de Hawass en todas sus investigaciones, The Complete Giza Pyramids saldrá a la luz con la aspiración de convertirse en una obra definitiva durante mucho tiempo.

El Imperio Antiguo es, junto a los orígenes de la civilización egipcia, una de la épocas menos conocidas de la historia. Acostumbrados durante muchos años a la imagen bíblica de los egipcios -faraones tiranuelos obsesionados por sus tumbas y sus tesoros, golpeando con el látigo a esclavos famélicos obligados a arrastrar piedras de veinte toneladas-, sorprenden las conclusiones de Hawass que se ha afanado en demostrar que las pirámides nunca fueron obras de esclavos sino de personas libres y altamente cualificadas, motivadas no por el miedo sino, muy al contrario, por la devoción religiosa y el respeto por la institución faraónica, única garante en la tierra de esa armonía universal tan acertadamente definida por Christian Jacq como la Ley de Maat.

Según Hawass, las pirámides son mucho más que tumbas. Su significado va más allá de la mera creencia en una vida futura. La construcción de una pirámide era un gran proyecto nacional que implicaba al país entero. Una gran obra en la que todos colaboraban según sus fuerzas y capacidades, y con la que el rey hacía partícipes a todos de su fuerza y su dignidad. También ha encontrado evidencias de que la finalización del trabajo, el momento en el que el pirámidón forrado de oro era colocado sobre la cúspide del monumento, era motivo de celebraciones, festines, cantos y bailes que se extendían por todo el país. De alguna manera no era Egipto quien construía las pirámides, sino las pirámides las que construían Egipto unificando la nación en la realización de una obra grande y monumental, con sentido de eternidad.

DENTRO DE LA GRAN PIRÁMIDE

Lehner por su parte, se ha concentrado en dar explicaciones sobre el proceso de construcción de la Gran Pirámide, cuya realización atribuye al faraón Khufu (Keops). Las cinco cámaras de descarga que existen sobre la cámara real han sido limpiadas de los escombros acumulados en ellas. Nioha Abdel Hafiz, artísta y restaurador del Giza Inspectorate of Antiquities, se ha encargado de catalogar y registrar los famosos grafitos rojos descubiertos por el coronel Howard Wyse en 1.837 donde pueden leerse el nombre de uno de los equipos que trabajaron en la construcción de la pirámide, “los amigos de Khufu”, y la fecha en la que realizaron su trabajo, “año 17 del reinado de Khufu”. Aunque muchas veces se han señalado los errores ortográficos que existen en esta inscripción como una prueba irrefutable de que se trata en realidad de una falsificación mandada hacer por el propio Wyse para justificar un “gran hallazgo” durante sus exploraciones. Lehner no es de esta opinión y afirma haber encontrado nuevas inscripciones tras retirar los escombros, algunas de ellas detrás de piedras donde nadie habría podido escribirlas excepto los trabajadores que las movieron.

No es el único descubrimiento realizado recientemente en el interior de la Gran Pirámide. Uno de los que han despertado mayores expectativas ha sido el hallazgo de un pequeño pasadizo que parte de uno de los muros de la llamada cámara de la reina. En 1.993, poco tiempo después de aceptar el cargo de director de excavaciones en Giza, Hawass encargó al Instituto Arqueológico Alemán de El Cairo los estudios para la creación de un sistema de ventilación nuevo que mantuviera el equilibrio climático en el interior de la Gran Pirámide, muy dañado por el continuo flujo de turistas y el calor y la humedad que estos desprenden y que hacen aflorar peligrosas sales sobre la superficie de las piedras. Durante las obras, dirigidas por Rudolph Gantinbring, una sonda de ondas electromagnéticas descubrió un estrecho pasillo que se internaba en la pirámide a poca distancia de la puerta de acceso a la cámara. A través de una estrecha abertura de unos veinte centímetros se introdujo un pequeño robot, con una cámara instalada, que pudo recorrer una distancia de dieciocho metros, punto en el que el pasadizo giraba a la izquierda en ángulo recto, y después otros sesenta y cinco metros más hasta finalizar ante una puerta cerrada sobre la que podían verse dos pequeños picaportes metálicos, uno de ellos desprendido y caído en el suelo.

El 1 de enero del año 2000 era la fecha elegida para abrir la misteriosa puerta, en el marco de una fastuosa celebración organizada por el Ministro de Cultura egipcio, Sr. Farouk Hosni, para conmemorar la llegada del nuevo milenio. El acontecimiento sería transmitido a todo el mundo por televisión vía satélite. Para la ocasión se pensaba coronar de nuevo la Gran Pirámide con un piramidón dorado, traído por un helicóptero durante la celebración de un concierto multitudinario titulado El sueño del Sol, que estaría a cargo del compositor francés Jean Michel Jarre. La proyección con rayos láser de figuras geométricas sobre las caras de la Gran Pirámide prevista durante el concierto, fue la excusa utilizada por los grupos integristas egipcios para boicotear el proyecto, alegando que entre las figuras había una estrella de seis puntas, lo que evidenciaba una clara manipulación del acto por parte de los israelíes. Tras la obligada suspensión, no se ha vuelto a fijar una fecha para la apertura del pasadizo y la resolución del misterio.

EXCAVACIONES EN LA CARA ESTE

Pendiente de las condiciones óptimas para su apertura está también el hallazgo de un segundo barco de parecidas características y dimensiones al que actualmente se expone en el Museo de la Barca Solar, al pie mismo de la Gran Pirámide. Se trata de una nave construida en madera de cedro que seguramente supera los cuarenta metros de largo, desmontada y cuidadosamente depositada en uno de los gigantescos fosos excavados en la roca en la cara este, junto a las pirámides de las reinas. El foso se halla cubierto por gigantescas losas de piedra de dieciséis toneladas de peso que han protegido el barco de la intemperie durante más de cuatro mil años. La revista norteamericana National Geographic se las ingenió para introducir una cámara dentro del foso y fotografiar la superficie del barco. En la fotografía se puso en evidencia la presencia de insectos que podían estar afectando el estado de conservación de la madera, lo que indujo al profesor Yoshimura, de la Universidad de Waseda, a lanzar un ambicioso proyecto de preservación. Los insectos han sido debidamente exterminados y los huecos que ponían en comunicación el foso con el exterior sellados a la espera de la construcción de un nuevo museo e instalaciones adecuadas que permitan al equipo japonés la exhumación de la nave, su reconstrucción y su posterior exhibición al público.

Muy cerca de los fosos, Hawass y su equipo han hallado los restos de una nueva pirámide satélite de la Gran Pirámide. La estructura subterránea consta de una cámara funeraria y una entrada que apunta al norte. La estructura superior, muy deteriorada, está formada por bloques de caliza que alcanzan los tres metros de altura. Muy cerca de la pirámide desenterraron los restos del que se considera el piramidón más antiguo de Egipto. Otro gran hallazgo han sido los restos recientemente descubiertos del templo funerario de Keops en el valle. El templo estaba unido a la cara este de la Gran Pirámide por una calzada parecida a la que aún puede verse entre la pirámide de Kefrén y el templo de la Esfinge. Originalmente esta calzada partía desde la misma base de la Gran Pirámide, girando ligeramente al norte hasta el templo funerario, pero desde hacía muchos años estaba desaparecida bajo las modernas construcciones de la aldea de Nazlet el-Samman, junto al complejo arqueológico. Una importante avería en el sistema de aguas residuales de la aldea permitió descubrir, durante las reparaciones, el trazado de la antigua calzada de ochocientos veinticinco metros de longitud. El templo del valle ha sido hallado fuera de la aldea, al este del canal de Mansouria, cubierto en parte por una moderna construcción.

A ochocientos metros del templo del valle se han hallado los restos de un pequeño puerto sobre el antiguo canal, utilizado según Lehner para descargar las ofrendas del templo y los alimentos de los sacerdotes encargados de mantener el culto a la memoria del rey. También habría sido utilizado por los constructores de las pirámides en sus desplazamientos desde Menfis y otras aldeas cercanas, y para desembarcar los materiales de construcción y las piedras no locales, como el granito rojo traído desde Asuán para construir la cámara del rey de la Gran Pirámide, y la fina piedra de caliza blanca utilizada en su revestimiento externo. Lehner cree haber hallado así mismo la cantera de piedra caliza utilizada para extraer el gran volumen de piedras del cuerpo de las pirámides a muy poca distancia de las mismas, al sur de la Gran Pirámide y al este de la de Kefrén, muy cerca del emplazamiento de la Esfinge. También ha encontrado al sur de la Gran Pirámide los restos de un muro construido con escombro y fango que, según la opinión de Lehner, es una rampa que comunicaría la cantera con la esquina suroriental de la pirámide de Keops y serviría para el traslado de los bloques de piedra al pie de la construcción.

EL OSIRIÓN DE GIZA

Uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes realizados en la meseta de Giza en los últimos años es sin lugar a dudas la que se ha dado en llamar la Tumba de Osiris. Entre la pirámide de Kefrén y el templo de la Esfinge, junto a la calzada que une ambos monumentos, y a unos doscientos cincuenta metros de la base de la Gran Pirámide, existe un pozo de agua conocido desde hace mucho tiempo. Este misterioso pozo ha sido desde hace años motivo de toda clase de rumores e historias extraordinarias. Algunos creían que era el acceso a un túnel que comunicaba la Gran Pirámide con la Esfinge. Se ha llegado a decir incluso que en su interior se encontraban antiquísimos archivos con conocimientos secretos de los egipcios. La existencia de túneles subterráneos ha sido una de las constantes más repetidas entre las especulaciones que circulan sobre la meseta de Giza.

Con la intención de descubrir la existencia de esos túneles, un equipo de trabajadores a las ordenes de Zahi Hawass comenzó a despejar el pozo en cuestión. En una primera fase se alcanzó una profundidad de nueve metros, y en una segunda se avanzó hasta los quince metros. En este segundo nivel se hallaron seis habitaciones excavadas en la roca, en dos de las cuales aparecieron dos sarcófagos de granito de grandes proporciones. Durante la excavación también se encontraron restos de huesos, madera y cerámica fechados posteriormente como pertenecientes a la Época Baja, en torno a la XXVI dinastía, hacia el 500 A.C.

A veinticinco metros de profundidad el pozo apareció lleno de agua, lo que dificultó enormemente la excavación. Antes de comenzar a extraer el agua y ante el temor de que al hacerlo el pozo se derrumbase, se empezó por hacer una primera exploración nadando hasta el fondo para recoger los artefactos que pudieran encontrarse. Lo acontecido a partir de este momento es digno de cualquier película de aventuras. Durante más de dos meses se bombeó el agua para extraerla del pozo, en medio de unas condiciones de calor sofocante, barro y humedad. Alcanzado este tercer nivel, el más profundo, se halló una habitación con los restos de cuatro pilares rodeados por un muro. En el centro de la estancia había un sarcófago con la tapa rota y caída a un lado. Estaba hundido en el suelo y rodeado de agua por tres de sus caras. Después de mover la tapa del sarcófago, en el lado que quedaba libre pudo verse grabado el jeroglífico pr que se interpreta como casa o palacio y es raíz de la palabra faraón. A estas alturas, Hawass no dejaba de pensar en lo escrito por Herodoto, al que sus guías le hablaron de la existencia de un gran sarcófago sobre una isla rodeada de agua donde Keops habría sido enterrado cerca de la Gran Pirámide, una descripción cuyo significado siempre se había escapado a los estudiosos.

Aun así, Hawass afirma que este cenotafio podría no ser la verdadera tumba de Keops, sino una tumba simbólica del dios Osiris, enterrado en un gran sarcófago rodeado de agua y vegetación, entre cuatro columnas que simbolizarían su mundo, su casa o palacio, sobre un montículo que representaría el primer momento de la creación. Una disposición de elementos similar al Osirión que existe en Abidos, detrás del templo de Seti I. Esta segunda teoría estaría avalada por el nombre con el que los egipcios conocían la meseta de Giza durante el Imperio Nuevo, Pr Wsir nb r-stw, que significa la casa de Osiris, señor de rasataw. La palabra rasataw suele traducirse por cementerio, pero su significado literal es los túneles subterráneos.

De hecho, el último elemento que queda aún por explorar en el lado occidental de la cámara subterránea es un estrecho túnel que se adentra en la oscuridad. Un muchacho se encargó de recorrerlo a rastras para ver si tenía salida, pero no pudo avanzar más de seis metros. Aún no se ha podido comprobar si no lleva a ninguna parte o si efectivamente comunica con la Gran Pirámide y la Esfinge tal y como sugieren las leyendas. Sobre la base de los objetos encontrados en el fondo del pozo, este tercer nivel se ha fechado como perteneciente al Imperio Nuevo, con una antigüedad aproximada al 1.550 A.C. aunque no hay nada que impida creer que podría ser mucho más antiguo.

LA CIUDAD DE LOS CONSTRUCTORES

Finalmente, las excavaciones que más ríos de tinta han hecho correr en los dos últimos años han sido las acometidas por Mark Lehner y Zahi Hawas en lo que se ha dado en llamar la ciudad de los constructores de las pirámides. El solo hecho de haber encontrado una ciudad ya es algo de singular importancia, teniendo en cuenta que las antiguas ciudades egipcias, habitualmente construidas de adobe en contraposición a los templos y sepulturas para los que se reservaba la piedra, prácticamente han sido destruidas en su totalidad por el paso del tiempo. Si efectivamente se constata que esta además pertenece al Imperio Antiguo, se trataría de un hallazgo de incalculable valor.

Con el patrocinio de la Fundación Ann y Robert H. Lurie y la Fundación David H. Koch, y el respaldo académico del Harvard Semitic Museum y el Instituto Oriental de la Universidad de Chicago, Lehner y su equipo llevan trabajando doce años en lo que se ha dado en llamar The Giza Plateau Mapping Project, un proyecto global de estudios topográficos, geológicos y arqueológicos de la meseta de Giza. En el marco de este ambicioso proyecto, Lehner ha iniciado la excavación de lo que a todas luces parece una ciudad de importantes dimensiones, situada al sur de las pirámides, al pie mismo de la meseta y a muy poca distancia de la Esfinge.

De momento se han sacado a la luz varias calles secundarias que desembocan todas en una calle principal orientada de norte a sur. Esta podría ser la calle pavimenta más antigua de Egipto. Las primeras evidencias sugieren varias residencias, dos panaderías en las que han aparecido moldes para la realización del pan, una fundición, una factoría de pescado salado y otros talleres. También han aparecido las paredes de un edificio de grandes dimensiones que podría ser un palacio. Hacia el este de las excavaciones se han encontrado evidencias de un sistema de aguas residuales junto a otros asentamientos de carácter rural.

Hawass por su parte, se ha concentrado en la necrópolis de la ciudad, situada a muy pocos metros sobre la ladera de la meseta de Giza. Allí ha podido excavar varias decenas de tumbas construidas principalmente con ladrillos de adobe y piedra caliza y algunos añadidos de granito, basalto y diorita realizados, con toda probabilidad, con los restos de las piedras utilizadas para las construcciones de pirámides, templos y tumbas de la meseta de Giza. Estos materiales, así como las inscripciones encontradas en las tumbas, han permitido demostrar que pertenecieron a los técnicos y artesanos que levantaron las pirámides o por lo menos a las generaciones posteriores de trabajadores que se encargaron del mantenimiento del complejo sagrado. De ser cierto, esta ciudad podría tener muchas semejanzas con el poblado de Deir el-Medineh, en la orilla occidental de Luxor, donde vivieron los constructores de las tumbas del Valle de los Reyes durante el Imperio Nuevo. Estos constructores se consideraban herederos de una tradición y una sabiduría que procedía del tiempo de las pirámides.

Los esqueletos analizados hasta ahora presentan rasgos evidentes de haber realizado en vida un trabajo duro, soportando pesadas cargas sobre sus espaldas, pero el nivel de asistencia médica del que gozaron es sorprendente. Muchos de ellos presentan signos de artritis degenerativa en la columna vertebral, en la región lumbar y en las rodillas. Los análisis médicos realizados por el Dr. Azza Sarry el-Din, del Centro Nacional de Investigaciones, y el Dr. Saleh Badair, Decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de El Cairo, demuestran al menos un caso de cirugía cerebral, la amputación de una pierna a la que la víctima sobrevivió catorce años más, numerosos entablillamientos de manos fracturadas y un caso de sífilis.

Las formas de las tumbas presentan tipos muy diversos: pequeñas pirámides, pirámides truncadas, mastabas e hipogeos. El cementerio está dividido en dos partes bien diferenciadas. El cementerio superior es el más elaborado, con tumbas de ladrillo y piedra caliza. En el interior de algunas tumbas se han encontrado estatuas del difunto y otros artefactos de gran calidad artística. Frente a dos de las tumbas se construyeron largas calzadas pavimentadas con escombro de piedra, que desembocaban junto a cuencos de ofrendas en una disposición similar a las avenidas y templos funerarios de las pirámides. En las inscripciones encontradas pueden leerse títulos como “inspector de la construcción de las tumbas” y “superintendente de los artesanos”. En este cementerio fueron enterrados los artesanos de mayor nivel que vivían permanentemente en la ciudad, mientras que el cementerio inferior, más sencillo, estuvo destinado a los trabajadores esporádicos, encargados de mover las piedras y otros trabajos pesados. Las dimensiones de la ciudad y de la necrópolis permiten suponer que llegó a estar habitada por unas veinte mil personas.

LA CONTROVERSIA QUE NO TIENE FIN

Fieles al principio de que frente a las teorías más elaboradas, los hechos son los únicos que cuentan, Hawass y Lehner se han esforzado largamente por contrarrestar con sus investigaciones todas las especulaciones existentes desde hace años sobre la meseta de Giza, sobre todo las que relacionan la factura de la Gran Pirámide con un posible origen en la civilización de la Atlántida, teoría que se ha hecho muy popular en los últimos años. El rigor científico que han querido imprimir en su trabajo durante todos estos años no les ha librado de ciertas acusaciones de acaparamiento y ortodoxia. Algunos de sus colegas les reprochan el férreo control ejercido sobre los hallazgos realizados y su interpretación. La difusión de noticias en los medios académicos y en los de comunicación pasa previamente por el inexcusable filtro de los canales oficiales egipcios, sin cuya aprobación nada sale a la luz. El estricto protocolo existente en torno a todo lo que tenga que ver con el patrimonio arqueológico de Egipto, por el que todo el mundo paga ya sean turistas, científicos o periodistas, parece haber dejado este en manos de unos pocos investigadores privilegiados que deciden lo que es o no es apropiado difundir.

A pesar de los esfuerzos de Hawass y Lehner, la publicación de The Complete Giza Pyramids no acallará las continuas polémicas existentes sobre las pirámides y la Esfinge. Entre los más encarnizados debates habidos en los últimos tiempos dentro del mundo académico, podemos destacar las teorías de Graham Hancock y Robert Bauval, que relacionan las ubicaciones de las pirámides de Giza, Abu-Roash, Zawiyet el-Aryan, Abusir y Dashur con las posiciones de las estrellas de las constelaciones de Orión y Tauro. Por otro lado, dos egiptólogos franceses, Jacques Bardot y Francine Darmon, dicen poseer evidencias claras de dónde se encuentran las entradas a varios compartimentos secretos de la Gran Pirámide, después de usar técnicas macrofotográficas con las que han explorado centenares de metros de muros en el interior del monumento. A pesar de la evidente oposición al proyecto manifestada por el Dr. Hawass, ambos investigadores preparan en la actualidad el informe que presentarán ante el gobierno egipcio para conseguir la licencia necesaria y que un equipo franco-egipcio pueda iniciar una exploración exhaustiva a la búsqueda de dichos compartimentos

Por su parte, los estudios geológicos de John Anthony West y Robert Schoch han demostrado que la erosión de la Esfinge está íntimamente ligada a la acción del agua, hecho que les ha permitido apoyar la tesis de que su construcción es mucho más antigua de lo que se piensa. De ser cierto, la Esfinge pudo ser esculpida cuando el Sahara era aún una sabana húmeda y las precipitaciones eran mucho más frecuentes que en la actualidad, lo que le conferiría a la escultura una antigüedad de entre siete mil y nueve mil años, hipótesis que ha sido calificada por Lehner de ridícula. A su vez Schoch, se ha opuesto tajantemente a la identificación hecha por Lehner de la cantera de la que se extrajeron las piedras para la construcción de la Gran Pirámide, en la misma meseta de Giza, alegando que la composición química de ambas calizas son completamente diferentes. Podemos señalar por último las teorías de Joseph Davidovits, ingeniero químico especializado en geopolímeros, que ha demostrado con sus investigaciones la posibilidad técnica de disolver y solidificar posteriormente la piedra caliza como si fuese cemento, lo que habría permitido a los egipcios erigir las pirámides fabricando las piedras in situ, teoría que apoya con interpretaciones de antiguos textos jeroglíficos.

Como pueden ver, hay hipótesis para todos los gustos. No obstante, hay que destacar que en ninguno de estos casos tomados como ejemplo estamos hablando de charlatanes seudoesoteristas lanzando teorías carentes de fundamento. Por el contrario, se trata de la opinión de reputados investigadores, especialistas en su propio campo, que disienten abiertamente de las explicaciones y dataciones aceptadas habitualmente por válidas, y que aportan a sus conclusiones toda clase de datos y argumentaciones científicas.

Sea como sea, parece que el misterio subyace de una forma u otra tras todo lo que tiene que ver con las pirámides. Los años venideros aportarán seguramente algunas respuestas aún desconocidas y otras muchas hipótesis sobre las que apoyar principalmente nuestra propia búsqueda interior. Es evidente que la meseta de Giza guarda aún muchos secretos que tardarán en ser desvelados… O jamás lo serán.